sábado, 21 de mayo de 2016

Calentamiento Global

Lovelock dijo, en los años 70, que el planeta se comportaba como un ser vivo.
Su amigo William Golding puso nombre a esta idea: la hipótesis Gaia.
Lovelock estuvo más de 25 años colaborando con los ecologistas que combatían las centrales nucleares. Ya se conocen los argumentos que tenían contra las nukes: riesgo de accidente y subsiguiente catástrofe por fusión del reactor; dificultades para librarse de los residuos e imposibilidad de garantizar su almacenamiento seguro a largo plazo....Probablemente cierto en gran medida.
Lo que sucede es que, hoy por hoy, de ser cierta la influencia del hombre en el calentamiento global, cosa que no está nada clara, ya es demasiado tarde para abordar las reducciones de gases efecto invernadero que los calentólogos consideran precisas.
Lovelock, que sigue creyendo en el calentamiento de origen antropogénico, recomienda, hoy, que para no acabar como Venus, necesitamos la construcción de miles de centrales nucleares que generan energía eléctrica sin emisiones de co2.
Brufau, presidente de Repsol, ha explicado recientemente que el origen de los gases de efecto invernadero generados por el hombre se debe, en un 30% a la generación de electricidad (mayoritariamente a partir de quemar carbón) Así que los coches eléctricos no son tan buenos. Necesitamos soluciones.
Yo he leído propuestas mucho más avanzadas, pero los gobiernos han decidido no explorar vías alternativas. El mantenimiento del statu quo es prioritario.
Ejemplos:
La principal fuente de calor de la tierra es la insolación. Nuestra esfera da un giro cada 24 horas, al que como saben Vds. Llamamos “día”. Cada instante de esas 24 horas, la mitad de la superficie de la esfera (más o menos) recibe la luz del Sol. Eso significa que la luz de Sol se distribuye, con mayor o menor ángulo de incidencia, por cada centímetro cuadrado de la Tierra.
¿Y si disminuyésemos la superficie que recibe la insolación? Podríamos colocar un disco reflectante de algún material ligero tipo poliestireno expandido que permaneciese fijo en alguna región del espacio entre el Sol y la Tierra y que diera sombra sobre el ecuador según la tierra va rotando. El
efecto desde el planeta sería como si una pequeña mancha negra y redonda fuera lentamente pasando por el Sol desde el amanecer hasta el ocaso. Serían de discutir por los ingenieros las dimensiones del disco reflectante, el porcentaje de insolación suprimido y las características de la órbita. Invito a los lectores a calcular cuánto co2 haría falta para igualar el calentamiento producido por, por ejemplo, el 3% de la energía proyectada por el Sol.
Podríamos enviar un rayo de calor concentrado a partir de la energía reflectada por un espejo en órbita. Este calor evaporaría agua que movería turbinas productoras de electricidad.
Podríamos dedicar una pequeña parte de los desiertos para instalar placas solares. Muchas y baratas. También están las investigaciones en energía mareomotriz y undimotriz. Las centrales nucleares de fusión, siempre a punto de funcionar y nunca funcionando aún, son la gran esperanza blanca.  Y, por supuesto, si es que existe, la fusión fría.