Perder una batalla por no librarla es un acto de cobardía y,
fundamentalmente, una estupidez. El Occidente cristiano está en guerra con el
Islam. No con los salafistas, los hermanos musulmanes, Hamas, el ISIS, los jeques del petróleo, los mercaderes
de Alejandría o AlQaeda. Con todo el islam.
El islam dice a sus creyentes que los que no nos
prosternamos ante su concepción medieval y nómada de la teología sólo podemos
vivir como esclavos, convertirnos…o morir.
Los que luchan en nombre del Islam tienen un status
especialmente reverenciado por los creyentes: hay que ensalzarlos, hacer
apología de sus acciones y ayudar a sus familias porque en su seno nació un mártir.
Ningún mulá, ayatolah, o clérigo musulmán asimilado, condena, ni condenará, las
acciones brutales y asesinas de los que, como ellos, también son hijos del
islam. No vemos ninguna manifestación espontánea de musulmanes indignados por
los crímenes de los yihadistas. Lo que si hemos visto son multitudes de
palestinos celebrando el asesinato múltiple del World Trade Center.
Permitir que, desde sus mezquitas y madrassas prediquen
contra nuestra civilización es suicida. Vienen huyendo de sus países corruptos,
teocráticos o ambas cosas para socavar desde dentro nuestro sistema de
libertades. Al final, los más fanáticos se hacen estallar, disparan sus AK47 o
nos atropellan con camiones. Sus barrios aplauden la valentía y la fe de los
mártires. Sus mujeres siguen arrodilladas y cubiertas, nuestros izquierdistas, fingiendo
un multiculturalismo bondadoso, contribuyen a destruir las normas básicas de conducta que Occidente
se ha dado a sí mismo.
No podemos emplearnos a fondo para erradicar el terrorismo islámico
mientras no cese la lucha idiota entre las geo estrategias de USA, China y
Rusia. Creen, básicamente los chinos, que permitir la barbarie islámica – no en
China, claro – erosiona el poder de Occidente, abriendo una herida que debilita
a la competencia. Rusia afecta bombardear al ISIS pero, en realidad, remolonea
en sus acciones militares, limitando su alcance en función de las concesiones
que obtiene en cuestiones como Ucrania o Kazajstán.
De Europa ni hablo. Policías
que tienen la orden de ocultar la procedencia de los violadores si son
islámicos, guetos dónde no entran a imponer la Ley, clérigos que piden la prohibición de hacer la
señal de la cruz a los jugadores de futbol, matrimonios a la fuerza,
histerectomías apenas disimuladas, ante
la tibia respuesta de los gobernantes….. Hace poco, un clérigo cristiano ortodoxo
ha dicho que, en 30 años, los europeos tendrán que ocultarse para seguir siendo
cristianos.
En nombre del laicismo la izquierda impone la retirada de
los símbolos cristianos, mostrándose, paradójicamente abierta a la construcción
de mezquitas y a la enseñanza del Islam en los colegios. Por supuesto es parte
de la acción disolvente del viejo topo. Recordemos algunos de sus preceptos:
Y cuando la revolución
haya llevado a cabo esta segunda parte de su labor preliminar, Europa se
levantará, y gritará jubilosa: ¡bien has hozado, viejo topo!
K. Marx (1852), El 18 brumario de Luis Bonaparte
K. Marx (1852), El 18 brumario de Luis Bonaparte