El fracaso de las soluciones colectivistas produjo, junto a
otras causas, la caída del comunismo soviético y el descrédito de la ingeniería
socialista como bandera de liberación. Lejos de la idílica Arcadia que el
comunismo prometía y que tanta penetración tuvo en la “inteligentsia”
occidental, en la percepción del público se abrió camino la cruda realidad de
una sociedad triste, pobre, militarizada, sometida al capricho de una
burocracia totalitaria, al final pese a
los esfuerzos de la izquierda por ocultarla.
Las ideas tardan en morir aun siendo perniciosas. Los
movimientos sociales inviables, si pueden evitarlo, se enquistan en sus
refugios transformando su apariencia externa para sobrevivir. Así la izquierda,
perdido el referente soviético, tuvo una puesta al día express gracias a (¡cómo
no!) los franceses.
La lucha de clases, desacreditada por los monstruos creados
por la razón socialista, precisaba ser sustituida por la atomización de la
identidad del individuo en una plétora de micro-discursos que debían ser
defendidos frente a la universalidad de la naturaleza humana defendida por la
filosofía tradicional.
Así el individuo se diluye en una micro-colectividad
identitaria que arropa la insoportable soledad de la libertad que experimenta
el hombre sin atributos de Mussil.
De paso, la proliferación de este multiverso conceptual
permite la pervivencia de profesionales especializados cuya forma de vida pasa
a ser la defensa de la especificidad a costa de la identidad individual. Los
creadores de estos micro-relatos (utilizando el término de modo entre los
espías paraguayos) propenden a sustituir los derechos individuales por derechos
colectivos…gestionados por ellos.
Es aquí donde hay que situar el interés reivindicativo de
los nuevos nacionalismos pre-inexistentes.
El nacionalismo asturiano siempre fue marginal, basado en un
legendario Conceyu Bable que vehiculaba supuestas reivindicaciones
insatisfechas de un “ser asturiano” por pocos percibido y de carácter,
básicamente, socialista.
Ahora, dentro de la silente conspiración de minorías
profesionalizadas para terminar con la España constitucional del 78, se ha
reavivado lo que, hace pocos años, se daba por muerto.
Todo empieza por la lengua, como siempre. Así en Cataluña,
Galicia, País Vasco…ahora Valencia y Navarra… hasta las estúpidas iniciativas
de hablar “andalú” que, no por risibles, son menos malintencionadas, la izquierda
pone su acento en apoyar a estos cenáculos localistas para expulsar al Estado
de Derecho, garante de la propiedad y la libertad, y cambiarlo por un
neo-feudalismo o Estado gremial en el que el grupúsculo sustituya al individuo.
La más reciente expresión de este movimiento es la, desde el
sentido común, inexplicable promoción del Bable. Un idioma que no es un
idioma, salvo en alguna pequeña comarca. Parece que hay tantos Bables, como montañas y valles de
la muy española Asturias.
Pero ¿qué importancia tiene que el bable no tenga
implantación? Se crea una Academia de Bable, unos intérpretes de bable, unos formularios
bilingües obligatorios para la administración local, escuelas de bable,
asesores de bable.
Esto significa la creación de una red clientelar en la que
la forma de vida de los individuos depende del mantenimiento de la estructura
nacionalista creada. Se fuerza la existencia de una construcción que no
existía, y los esfuerzos por mantenerla se acentúan tanto más cuanto más
percibida su inutilidad por las personas.
Como siempre no son las ideas las que generan intereses. Son
los intereses los que se sirven de la cobertura de las ideas, sean éstas
racionales, inteligibles, sensatas….o no.
¿Nos recuerda algo?