Toda declaración pública,
crítica de costumbres, propuesta organizativa o social o comentario sobre la
realidad está hecha desde un proyecto político y social.
Quien percibe una sociedad
injusta e imperfecta que aguarda anhelante una solución que acabe con los
problemas tiene un breviario de medidas en su cabeza que, según su convicción,
arreglaría los defectos existentes transformando el estado actual de las cosas.
Yo tengo una opinión sobre
qué medidas podrían adoptarse para que las cosas fueran mejores:
supresión de las subvenciones, reducción
drástica de la Administración, unificación de las leyes en todo el territorio
nacional (o mejor en toda Europa), Poder Judicial independiente y con presupuesto
propio, cheque escolar y sanitario, capitalización de pensiones, abolición de
los impuestos directos….
Vd. seguramente tiene en
mente algunas medidas, similares o diferentes, para mejorar la sociedad. Los
comunistas también las tienen.
Seguramente Vd. no piensa disponer de un manual de propuestas y soluciones que cubran todo el espectro social y la compleja multiplicidad de las interrelaciones entre las personas.
Seguramente Vd. no cree que los que tienen una visión alternativa del transporte privado o de las energías renovables o de la concentración parcelaria o del impuesto de sucesiones son enemigos de la humanidad cuya única motivación es hacer el mal a los hombres justos y perpetuar un sistema de horror y crimen.
Los comunistas si lo creen.
Los comunistas
creen que la recalcitrante resistencia de los no-comunistas a admitir sus
medidas (porque la experiencia comunista siempre han terminado en represión,
corrupción, escasez y muerte o exilio) es un rasgo de idiocia o senectud que
precisa de reeducación o que tan sólo debe ser descartado como error de juicio
propio de un débil mental.
Otegi lo cree. Los que
lamentan la muerte del tirano Fidel y celebran la persistencia del régimen
totalitario cubano lo creen. Nada importan los miles de presos políticos, las
decenas de miles de disidentes reprimidos ni los cientos de miles de disidentes
enmudecidos “a fortiori” o los dos millones y medio de exiliados.
Para los progres estos datos
son marginales. Son pequeñas imperfecciones de un régimen, en sí mismo,
perfecto y envidiable. Por supuesto no les gustaría que, en Occidente donde
viven, el Partido les quitara su casa, su Fondo de Pensiones o el coche. Pero
en Cuba sí. En Cuba son morenitos y graciosos y además a las cubanas les gusta
la jarana, todo el mundo lo sabe. Cuando les dices que las jineteras ejercen la
prostitución famélica te miran con esa estúpida deferencia izquierdista y,
condescendientes, te explican que “no es eso, es que las caribeñas son muy
calientes”.
O ponderan que Cuba tiene la mejor sanidad del mundo (¡) ( aunque no tienen instrumental ni
medicinas y sus profesionales no son muchas veces aceptados en hospitales
europeos por su formación obsoleta).
O elogian la alfabetización de Cuba, porque los
cubanitos saben leer los panfletos comunistas desde pequeños (ya leían igual de bien con
Somoza y su nivel de alfabetización era, entonces, superior al de España. Ahora
es menor).
Si dices que Cuba se ha
empobrecido aunque los Castro sean una de las familias más ricas de Centro
América es que sólo piensas en el dinero. No piensan en el dinero los que
pueden consumir en dólares viviendo en casas de lujo expropiadas por el
Gobierno comunista a sus legítimos propietarios. Esos no.
Cuando Fernando Trueba, gargantuesco devorador de subvenciones cinematográficas que salen de los impuestos que pagamos los españoles, dice que nunca se ha sentido español (le faltó decir lo de la "puta España" del tristemente fallecido Pepe Rubianes) no es un ejercicio de odio. Quien dice esto no está, según Trueba, insultando a España y a los españoles.
Pero cuando los españoles, a raiz de las declaraciones del sr. Trueba, se niegan a refrendar una película suya (que la estrene y la financie en Cuba, por ejemplo) entonces si. Los que invitan a no ir al estreno de su película están esparciendo odio.
Y el Gobierno manda a Campechano I a legitimar las exequias y fastos funerales del tirano.
Hace poco alguien se preguntaba ¿por qué la derecha se ha hecho de izquierdas? y tenía razón. Tenemos un Gobierno instalado en la contemporización y el pasteleo.
Por supuesto, en perjuicio de tantos millones de cubanos que ven que los malvados y los corruptos son festejados mientras a ellos se les olvida y ningunea.
Seguramente será bueno para nuestras cadenas hoteleras.