viernes, 14 de abril de 2017

Frank Cuesta

Frank Cuesta es un heterodoxo. Sin haber estudiado veterinaria, biología o Ciencia Animal (eso creo) ha entregado su vida profesional a la divulgación de la fauna salvaje y sus costumbres, con un mensaje desmitificador y, a la vez, respetuoso con nuestros vecinos de ecosistema planetario.
El respeto al mundo animal y su pública condena del tráfico de animales protegidos le ha enfrentado con intereses inconfesables de gobiernos corruptos que, mediante el arbitrario uso de sus sistemas jurídicos impresentables, han hecho daño a su familia. Todo el mundo conoce la condena a Yuyee por la posesión de una cantidad de droga invisible a simple vista y, por supuesto, perfectamente inútil para lograr ningún efecto analéptico, disléptico o psicodisléptico en humanos. Alguien se sintió perjudicado por los programas de Frank. Alguien tenía poder para manipular pruebas y perjudicar injustamente a Frank. Yuyee está en la cárcel. Deduzcan Vds.
Tiene razón Frank Cuesta en su condena de la tauromaquia: no es un arte, es gozarse de los malos tratos infligidos a un animal y hacer una fiesta de ello. Es la continuación de un mecanismo ancestral que hunde sus raíces en los tiempos en que el hombre necesitaba ritualizar su victoria frente a una naturaleza incomprensible y hostil y reforzar el valor del grupo de pertenencia frente a los demás grupos. En el mito del Minotauro no sólo se vindica la victoria de Teseo, todo valor, astucia y racionalidad aplicada al acecho y caza de la bestia, sino a Teseo, rey de Atenas que doblega y mata al Toro, animal totémico de los cretenses y símbolo de la hegemonía ateniense sobre la Élade.
No necesitamos eso. Podemos permitirnos dar el salto a una existencia más racional y compasiva. Sólo un idiota necesita la representación ritual de la victoria sobre el animal para reafirmar su valor como hombre. Yo ya sé que el toro es un bicho imbécil que vivirá o morirá sólo si así lo decidimos nosotros como especie superior. Esto mismo se puede decir de los patos, los conejos o los virus.
No podemos permitirnos liberar nuestro id, estúpido y egoísta, recuerdo innecesario de tiempos de búsqueda del fuego y antropofagia porque con ello perdemos lo único que nos distingue de los animales: la razón. Es lo único que nos ha puesto en el lugar de la pirámide que ocupamos.
Por eso, oponerse a los toros, impedir el sufrimiento de las reses al ser sacrificadas para proveernos de chuletones y no matar aquello que no vayamos a comer forma parte de lo mismo: la búsqueda de la perfección y la superioridad moral.
Precisamente es esta apuesta por la racionalidad y la superioridad moral la que resulta incongruente con la zafiedad de muchos de los antitaurinos. Si alguien ataca a los participantes en la ceremonia maldita de los toros con métodos violentos, barriobajeros o deleznables como desear la muerte a un pobre niño...yo no soy de esos aintitaurinos. Frank lo dice muy bien.
Podemos ser piadosos porque somos más fuertes. La compasión es un acto de poder, la barbarie es la ciega agitación del niño indefenso que intenta evitar un golpe. Seamos personas, afirmemos nuestro poderío. Acabemos con la tauromaquia, las carreras de caballos, perros, conejos, cerdos o lo que sea. Penalicemos el daño infligido a nuestros perros, gatos, loros y cabras o lo que sea. Para bien de nuestro espíritu. Porque somos mejores que esos pobres gilipollas que sólo tienen orejas largas y cola. Así ha sido. Así debe ser.

Por supuesto y con las cautelas expuestas, nos los seguiremos comiendo mientras no haya algo mejor. El día en que las hamburguesas se extraigan de la atmósfera de Ganímedes y sean tan ricas como el culo de vaca….yo me apuntaré. Mientras tanto, si vienes a España, llámame y te invito a un chuletón Frank.