Frank Cuesta es un
heterodoxo. Sin haber estudiado veterinaria, biología o Ciencia Animal (eso creo) ha
entregado su vida profesional a la divulgación de la fauna salvaje y sus
costumbres, con un mensaje desmitificador y, a la vez, respetuoso con nuestros vecinos de
ecosistema planetario.
El respeto al mundo
animal y su pública condena del tráfico de animales protegidos le ha enfrentado
con intereses inconfesables de gobiernos corruptos que, mediante el arbitrario
uso de sus sistemas jurídicos impresentables, han hecho daño a su familia. Todo
el mundo conoce la condena a Yuyee por la posesión de una cantidad de droga
invisible a simple vista y, por supuesto, perfectamente inútil para lograr
ningún efecto analéptico, disléptico o psicodisléptico en humanos. Alguien se sintió perjudicado por los programas de
Frank. Alguien tenía poder para manipular pruebas y perjudicar injustamente a
Frank. Yuyee está en la cárcel. Deduzcan Vds.
Tiene razón Frank
Cuesta en su condena de la tauromaquia: no es un arte, es gozarse de los malos
tratos infligidos a un animal y hacer una fiesta de ello. Es la continuación de
un mecanismo ancestral que hunde sus raíces en los tiempos en que el hombre
necesitaba ritualizar su victoria frente a una naturaleza incomprensible y
hostil y reforzar el valor del grupo de pertenencia frente a los demás grupos. En
el mito del Minotauro no sólo se vindica la victoria de Teseo, todo valor,
astucia y racionalidad aplicada al acecho y caza de la bestia, sino a Teseo,
rey de Atenas que doblega y mata al Toro, animal totémico de los cretenses y
símbolo de la hegemonía ateniense sobre la Élade.
No necesitamos eso.
Podemos permitirnos dar el salto a una existencia más racional y compasiva.
Sólo un idiota necesita la representación ritual de la victoria sobre el animal
para reafirmar su valor como hombre. Yo ya sé que el toro es un bicho imbécil
que vivirá o morirá sólo si así lo decidimos nosotros como especie superior.
Esto mismo se puede decir de los patos, los conejos o los virus.
No podemos permitirnos
liberar nuestro id, estúpido y egoísta, recuerdo innecesario de tiempos de
búsqueda del fuego y antropofagia porque con ello perdemos lo único que nos
distingue de los animales: la razón. Es lo único que nos ha puesto en el lugar
de la pirámide que ocupamos.
Por eso, oponerse a
los toros, impedir el sufrimiento de las reses al ser sacrificadas para
proveernos de chuletones y no matar aquello que no vayamos a comer forma parte
de lo mismo: la búsqueda de la perfección y la superioridad moral.
Precisamente es esta apuesta por la racionalidad y la superioridad moral la que resulta incongruente con la zafiedad de muchos de los antitaurinos. Si alguien ataca a los participantes en la ceremonia maldita de los toros con métodos violentos, barriobajeros o deleznables como desear la muerte a un pobre niño...yo no soy de esos aintitaurinos. Frank lo dice muy bien.
Podemos ser piadosos
porque somos más fuertes. La compasión es un acto de poder, la barbarie es la
ciega agitación del niño indefenso que intenta evitar un golpe. Seamos
personas, afirmemos nuestro poderío. Acabemos con la tauromaquia, las carreras
de caballos, perros, conejos, cerdos o lo que sea. Penalicemos el daño
infligido a nuestros perros, gatos, loros y cabras o lo que sea. Para bien de
nuestro espíritu. Porque somos mejores que esos pobres gilipollas que sólo
tienen orejas largas y cola. Así ha sido. Así debe ser.
Por supuesto y con las
cautelas expuestas, nos los seguiremos comiendo mientras no haya algo mejor. El
día en que las hamburguesas se extraigan de la atmósfera de Ganímedes y sean
tan ricas como el culo de vaca….yo me apuntaré. Mientras tanto, si vienes a España, llámame y te invito a un chuletón Frank.